02 enero 2008

Cata a Ciegas

¿Hay realmente alguna ventaja en catar vinos sin conocer su identidad? Algunos expertos defienden que es la única forma de valorarlos objetivamente. Otros consideran que es vital calificarlos sin perder el “contexto”. Más allá de estos razonamientos, vamos a proponerles que prueben la experiencia y que, por favor, se diviertan.
Diviértase organizando una cata a ciegas
Si tiene un pequeño grupo de amigos con cierto interés en el vino, la cata a ciegas se puede convertir en una de las excusas más divertidas para organizar una reunión vinícola. Estos podrían ser los pasos a seguir.
Elegir un “tema” para la cata.
No utilice arbitrariamente las botellas que tenga a mano. Es mejor centrarse en un tema concreto que le de sentido a la cata. Algunas sugerencias: tintos de una cosecha de calidad (por ejemplo 2001 o 2004) para adivinar la denominación o región de procedencia; blancos monovarietales de la última cosecha para identificar la variedad de uva; tintos del mundo de cabernet sauvignon para descubrir su procedencia, un match entre variedades, zonas vinícolas o países…
Seleccionar bien los vinos.
El objetivo no es académico, sino lúdico. La cata tendrá mucho más sentido si los vinos son lo suficientemente caracterizados o tienen la tipicidad necesaria para llegar a alguna conclusión lógica. No vale elegir el rioja o el albariño más barato del supermercado, cuya personalidad se encuentre seguramente un tanto diluida. Mejor escoger fieles representantes de la región, la variedad o el estilo.
Ocultar las botellas.
Lo más socorrido es utilizar papel de plata para la conservación de alimentos, aunque tiene la desventaja de que permite identificar claramente la forma de la botella. Una alternativa barata es una bolsa de plástico o papel ajustada con cinta o incluso el propio material de embalaje de cartón estriado que utilizan algunos elaboradores para proteger sus botellas. Guárdelo la próxima vez con este propósito. No se olvide de retirar las cápsulas para que no asome ni un resquicio ya que podrían revelar la identidad de la marca.
El orden de cata.
Es la decisión más peliaguda que deberá tomar el organizador de la cata. Es prácticamente imposible que algunos de los vinos no se vean perjudicado por el orden de servicio. Para ser lo más justo posible, lo mejor es utilizar la lógica: vinos más ligeros al principio y más corpulentos al final; variedades más aromáticas al final, vinos jóvenes al principio y con mayor vejez al final… Una vez lo tenga claro, numere las botellas.
La cata.
Hacerla más o menos formal depende de las preferencias de su grupo de amigos. La única condición es que todos hayan hecho sus “apuestas” antes de desvelar los vinos. Casi podemos asegurar que siempre habrá alguna sorpresa. No es extraño, por ejemplo, que un vino que normalmente no está entre sus favoritos, le haya gustado especialmente o a la inversa.

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