28 abril 2009

El envoltorio no es nunca accesorio

Empresas y diseñadores provocan una reflexión sobre el consumo y el reciclaje.Detrás del hecho, casi siempre irreflexivo, de beber y arrojar una botella de Coca-Cola Zero (su silueta es analizada por muchos como la incorporación subliminal de un activador del deseo) se esconde toda una historia. De esos relatos se nutre la exposición Produce, consume, recicla que se inaugura mañana (y estará abierta hasta el 28 de junio) en el Círculo de Bellas Artes. Con ella se busca provocar la reflexión sobre el ciclo vital de los objetos que sirven para envolver y proteger productos para el gran consumo. De los más sencillos (un humilde periódico viejo para envolver castañas) a los más complejos (como En-Cap Sleves o burbuja de aire para proteger los objetos frágiles).
En estos tiempos no vale sólo con que sean atractivos y nos seduzcan. Ahora se exige, como ciudadanos responsables que se nos supone (aunque grandes consumistas), que nos preguntemos en qué consiste el proceso de fabricación de una lata que se consume por impulso. Pensar, siempre, en la manera de reciclar vidrio, plástico o papel. Algunos datos para la reflexión: cada uno de nosotros generamos un kilo de basura diario por término medio, según cifras de la exposición. El 60% de ese volumen corresponde a envases y embalajes. Actualmente, en España se recicla el 56% de los frascos puestos en el mercado.
Un arquitecto comprometido con el medio ambiente, Andrés Jaque (Madrid, 1971), cuenta en la muestra un curioso juego, que titula La sábana santa de Tromsø. Expresa lo que puede dar de sí pensar sobre un simple envoltorio como el papel de estraza y el proceso invertido en un trozo de tela blanca.
Reliquia.Jaque pactó con su colega, la noruega Annike Romuld que le enviara por correo una caja con algo en su interior. Al cabo de unas semanas recibió la caja y en su interior un trozo de tela blanca de algodón. "Annike enviaba un objeto propio de la ortodoxia arquitectónica. La tela blanca era un objeto depurado, limpio, un poco clásico y sin aparente ideología. No había rastro del proceso de fabricación, ni de su valor de mercado. Era un objeto autónomo, que reivindicaba ser el centro de una realidad propia", escribe Jaque.

Durante meses la tela permaneció encima de una mesa. Todos los que la miraban decían: "Es una tela romana"; "es un mantel de la casa del obispo de Fanny y Alexander"; "no es más que un trapo". Ninguno se paró a pensar en el envoltorio que había viajado desde Tromsø (Noruega). Durante un verano se estudió la tela (su proceso), que sí habló. Vieron centímetro a centímetro y encontraron pelos de persona y de un animal y manchas rojas. Envió una muestra a la Universidad Autónoma de Madrid que identificó pólenes típicos del entorno rural escandinavo mezclado con polvo de una vivienda occidental. Se supo que en el proceso intervinieron dos personas, que trabajaron en una mesa y que en el lugar había un perro. Que tardaron más de tres horas en cortar, empalmar, rematar y plegar la tela. Y las pequeñas manchas eran de vino tinto, porque seguramente celebraban algo. "Es como una reliquia de una historia que bordándola se convertía en asunto público, por eso la llamamos la sábana santa de Tromsø, ya no es blanca ni está vacía. Ha perdido su especificidad y probablemente algo de su respetable y seductora autonomía. Pero a cambio, haciendo uso de la terminología que ha popularizado Joseph Stiglitz, ha ganado transparencia", resume Jaque.

Además de historias ocultas de una tela, el trabajo de 100 empresas y otros tantos diseñadores que han intervenido en la exposición plantean preguntas como éstas: ¿cómo se fabrica una lata de cerveza? ¿Por qué compramos por impulso? o ¿cómo se recicla el vidrio o el papel? Las respuestas ya varían con cada uno.

via: elpais

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