Muchos
consumidores se han hecho alguna vez la pregunta de cuánto dura un
vino. La respuesta ha de contener, por fuerza, muchos matices pues
estamos hablando de un producto vivo, en constante evolución hasta el
instante mismo de su degustación.
En
las catas es muy corriente utilizar conceptos tales como “vino para
consumo inmediato” o “vino para guardar”. Pero, ¿qué abarca exactamente
el concepto de “inmediato”? ¿Cuánto tiempo se puede guardar un vino? ¿En
qué condiciones de temperatura, humedad, ventilación o aislamiento debe
reposar
Por lo general, los vinos jóvenes -del año o de segundo año,
sin crianza- se comercializan para ser consumidos en un corto plazo
tiempo. Los blancos y los rosados más ligeros conservan sus cualidades
durante el año siguiente al de la cosecha, aunque el mejor momento para
degustarlos es en los primeros meses, pues paulatinamente irán perdiendo
sus aromas frutales, la mayor virtud que encierran estos vinos. Los
tintos jóvenes y algunos blancos con más extracto (aquellos elaborados
con maceración pelicular) o estructura, como los albariños o los ruedas,
tienen una vida ligeramente más larga (dos años y poco más). Los aromas
frutales van mermándose pero dan paso a elegantes toques de evolución y
alcanzan mayor suavidad. Últimamente se elaboran vinos, que podrían
entrar en la categoría de jóvenes, que, gracias a haber pasado
brevemente por barrica, resisten un año más en botella.
Los espumosos
también conviene consumirlos pronto. A partir de la fecha del degüelle,
momento en el que se eliminan los posos de la fermentación dentro de la
botella, el espumoso se pone a la venta, listo ya para ser bebido. Una
forma fácil de detectar cuánto tiempo lleva en el mercado es observar el
tapón un cuarto de hora después de haber abierto una botella de
espumoso: si tiene forma de seta es un buen síntoma de que ha sido
taponado recientemente. Los finos y las manzanillas son vinos muy
frágiles, deben consumirse en un plazo máximo de seis meses tras su
embotellado debido a su alta tendencia oxidativa y su rápida evolución.
Si se abre una botella de fino o manzanilla no la deje abierta muchos
días porque su calidad se deteriora a pasos agigantados
Los vinos de
mayor extracto, de elevada graduación, buena acidez, bien armados de
taninos y con una permanencia larga en madera, son capaces de aguantar
un prolongado período de guarda. Para esos vinos se han seleccionado las
mejores cosechas, con visos de que el tiempo mejore, ensamble y pula
sus cualidades. Por regla general, cuatro años es el plazo medio de vida
óptima para el crianza, ocho/diez para los reservas y quince o más para
los grandes reservas. Los vinos más longevos son los generosos
(olorosos, amontillados, dulces, portos, sauternes, tokay...). Su aporte
oxidativo durante el prolongado envejecimiento en madera y su fortaleza
alcohólica les confieren una resistencia al tiempo y al deterioro fuera
de lo común.
Además de la cosecha y los métodos de elaboración y
envejecimiento, hay otro elemento esencial que incide en la vida de un
vino: la variedad. Uno de Tempranillo, Graciano, Cabernet Sauvignon o
Merlot, evolucionará más lentamente que otro de Garnacha, Monastrell o
Syrah.
No hay comentarios:
Publicar un comentario